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Fuego de cazador: Capítulo II



Capítulo II

Pasaron varios días hasta que Dana tuvo fuerzas para levantarse.
James estaba dormido en la cama de al lado; encontró un caso cerca de donde estaban pero no quiso dejarla sola.
De puntillas y con sigilo salió de la habitación y fue al encuentro de alguna pastelería. Quería algún dulce desesperadamente y sabía que a James también le apetecería cuando se despertara; a él siempre le apetecían.
-Dos trozos de tarta de chocolate, por favor -le pidió al dependiente, que la miraba sin cesar-. ¿Ocurre algo?
-Tiene la camiseta manchada de sangre.
Había olvidado cambiarse y la sangre había calado el vendaje.
-No es mía -improvisó-. Atropellé un ciervo de camino aquí; no murió así que tuve que rematarlo.
Por suerte estaban en un pueblo cazador y aquello solía pasar más a menudo de lo que le gustaría, así que el dependiente asintió satisfecho y le sirvió sus dos trozos de tarta para llevar.
-Gracias -Dana depositó el dinero en el mostrador y se marchó.
De vuelta al motel sintió que la seguían; durante unas calles no se volvió y al adentrarse en un callejón embistió contra su perseguidor.
-¿¡Quién diablos eres?! -lo estampó contra la pared y puso su navaja en el cuello del tipo.
-¡Tranquila! -rogó él-. Me envía Kevin.
-Eso no contesta a mi pregunta -apretó un poco la navaja y brotó una gota de sangre.
-Me llamo Trevor... Trevor Hastings. Soy amigo de Kevin. Hemos cazado algunas veces juntos...
Dana se apartó de él, cogió la bolsa de los pasteles del suelo pero no guardó la navaja.
-Te escucho... ¿Cómo has dado con nosotros?
-Kevin controla vuestra localización con el gps de vuestros móviles.
-¿Y por qué te ha enviado a ti y no ha venido el mismo?
-Seguíamos la pista a un Wendigo cuando recibió una llamada de alguien. No me dijo quien era pero se fue sin terminar el trabajo y me pidió que os buscara a ti y a James para que fuerais a terminarlo vosotros.
-¿Por qué no lo terminaste tú?
-¿Yo sólo contra un Wendigo? ¿Es que estás loca?
Back In Black de AC/DC comenzó a sonar en el móvil de Dana.
-No te muevas -le advirtió antes de responder-. Hola, James.
-¿Dónde estás?
-Salí a por el desayuno. ¿Conoces a un tal Trevor Hastings?
-Creo recordar que ha acompañado a mi padre en alguna cacería, ¿por qué?
-Lo tengo delante. Ha intentado seguirme... no es muy bueno -clavó su mirada en él.
-Tráelo al motel.
-Bien. Vamos para allá.


Tracy dormía boca abajo, desnuda, con un brazo bajo la almohada y el cuerpo semitapado con una fina sábana, con la espalda al descubierto.
Sean la miraba desde su lado, con la cabeza apoyada en una mano.
Momentos como ése, en los que estaba plenamente feliz, se obligaba a no pensar en su familia y en como había sido su marcha.
Él necesitaba una vida normal, y por mas que quisiera a  su familia, ellos no podían proporcionársela.
-Mmmm -Tracy se volvió dormida hacia él, lo que le hizo sonreír.
Apartó un mechón castaño y rizado de su cara y ella abrió sus bonitos ojos azules.
-Hola, cielo -dibujó una sonrisa radiante.
-Hola, dormilona -Sean se inclinó y besó aquellos labios carnosos que tanto adoraba-. Estás preciosa.
-Seguro que sí -ironizó ella sin borrar su sonrisa.
-Lo estás -Sean acarició su rostro.
-Te adoro, Sean Miller.
-Y yo a ti, Tracy Bell Harris.
Tracy alzó el rostro para besar a su novio y éste la rodeó con los brazos, tumbándose sobre ella y haciéndole el amor.


Trevor entró primero en la habitación seguido por Dana, que dejó la bolsa sobre la mesa.
-Aparte de a él he traído tarta.
James sonrió y cogió un trozo de tarta; masticando el primer bocado se giró hacia Trevor.
-¿Y bien? ¿Cuál es tu historia?
-Tu padre me envía.
-Él no se ha puesto en contacto conmigo en semanas. ¿Por qué he de creerte?
-Me da igual que me creas o no...
-Quiere que nos encarguemos de un Wendigo -lo cortó Dana.
-Sí, aunque no creo que tú estés en forma para ese trabajo -dijo despectivo-. ¿Has curado bien esa herida?
La señaló y Dana se abalanzó hacia él.
-¡Podría tumbarte ahora mismo!
James la cogió del brazo y la retiró de Trevor.
-No lo dudo, preciosa; aunque yo no soy un Wendigo.
-Quizá tenga razón... -James la miró.
-¡¿De qué hablas?! ¡Claro que puedo hacerlo!
-La herida todavía no está cicatrizada; podrían saltársete los puntos...
-¡Gilipolleces, joder! ¡Estoy perfectamente!
-Si no os importa, tortolitos, yo he dado mi mensaje y tengo que irme.
Ambos clavaron sus ojos en él con desprecio.
-Podrías acompañarme a por ese Wendigo -dijo James, ignorando la cara de desprecio de Dana.
-Pero, ¿qué estás diciendo? No lo necesitamos.
-Tú te quedarás aquí -atajó y Dana se sentó resoplando en una silla y se los quedó mirando.
-Creo que lo mejor es que te lleves a tu fierecilla... -dijo Trevor-. Yo no cazo con críos.
Dana lanzó su navaja al aire y paso rozando la cabellera de Trevor antes de clavarse en la pared del fondo.
-Seremos jóvenes -dijo-; pero llevamos toda la vida en esto. ¿Cuánto llevas tú, Trevor?



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